Igualmente ya deberías saber que tus palabras no me hieren... ya no.
Sé que me conocés más que muchas personas cercanas y me sorprende que aún insistas en esa forma de hablar que por lo que a mí respecta, me entra por un oído y me sale por el otro.
Entendé que no creo en esas frases, en esas cualidades (feas) que a veces solés decirme... Son dichas en un contexto de discusión y hasta podría decir que están permitidas, a pesar de que yo no las uso jamás.
Comprendé que yo le creo a tu mirada, a tus ojos cuando me miran... Son esos momentos en los que nos miramos (o nos mirábamos) fijo y no hacía falta hablar, porque ya estaba todo dicho.
Me quedo con tus abrazos, tus mimos, tus caricias porque son esos actos que me demuestran cuánto me queres y no aquellas palabras despectivas hacia mí.
Y no me importa que me digas que estoy equivocada.
Yo y sólo yo decido con cuales palabras, gestos y momentos elijo guardarme... lo que elijo guardar en mi corazón.
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