¿Qué fue de ese poema que no pude atrapar, el que pasó rengueando frente a mí con las alitas rotas?

jueves, mayo 18, 2017

NUESTRAS VEREDAS SIEMPRE VUELVEN A EXTRAÑAR... 
LLORA CADA ESQUINA, CADA CALLE QUE SUPISTE CAMINAR.


[Lloro yo también]

jueves, marzo 30, 2017

Despedida y reencuentro.

La mayoría de los viajes suelen ser por vacaciones, para ir a visitar a algún familiar o por negocios. Mis viajes siempre fueron por las dos primeras razones y también para ir a algún que otro recital. Nunca pensé que la excusa de mi último viaje iba a ser para despedirme de forma metafórica de mi papá: ir al mar para tirar sus cenizas. Nunca pensé que esta iba a ser la excusa para que, por primera vez, mis hermanos y yo fuéramos juntos a algún lugar.
Decidimos irnos un fin de semana, y el destino fue San Clemente del Tuyú, simplemente porque es la ciudad balnearia más cercana a Capital Federal, y eso nos proporcionaba menos tiempo arriba del micro. El hotel elegido estaba ubicado frente a la playa y a dos cuadras del centro; al no estar en temporada, el precio era más que accesible por la ubicación que tenía.
Después de acomodarnos en la habitación, cruzamos la calle, nos sacamos las zapatillas y pisamos la arena; el día estaba un poco fresco, pero no había viento, por lo que la caminata hasta el mar no fue difícil. Charlamos, jugamos, disfrutamos de la paz. El paisaje estaba en su plenitud, nada de gente abarrotada como en el verano: entre todos los presentes, no llegábamos a quince personas.
Cuando fuimos a almorzar, nos percatamos de que el centro de la ciudad estaba igual de desolado. Un señor salió de un local de comidas rápidas a los gritos de “hoy no se cocina, hoy usted no tiene que cocinar, venga a comer acá que no se cobra cubierto”. Se acercó a nosotros invitándonos a comer en el bar y al ver que mi hermano tenía una campera de Boca, le regaló a él y a mi otro hermano un llavero a cada uno del mismo equipo; luego me preguntó de qué cuadro era yo, San Lorenzo, le dije, pero como no tenía del azulgrana para darme, me regaló uno con forma de ostra. Dimos una vuelta y al final decidimos comer en el parador del señor. En la mitad del almuerzo, se acercó el hombre que había ido hasta su casa y me regaló otro llavero: una ojotita de San Lorenzo.
Por la tarde llegó el momento de la despedida. Fuimos a la playa, abrimos la cajita de madera y nos acercamos los tres hasta la orilla; mi hermano, Agustín, el del medio, fue el encargado de soltar las cenizas al mar. Las lágrimas empezaron a brotar de nuestros ojos, y una vez terminado todo, nos abrazamos un buen rato en silencio y lloramos un poco más. Ya que el viento empezaba a soplar fuerte, decidimos ir a merendar algo rico y calentito. El atardecer nos mostraba otro paisaje, los faroles encendidos en la calle principal le daban al centro un aspecto más cálido. Jugo, café con leche, tostados y medialunas rellenas desaparecieron pronto de la mesa del barcito. Frenamos un rato en esos locales que suele haber en todas las zonas costeras, locales grandes llenos de juegos electrónicos, con muchas luces de colores y musiquitas que salen de las máquinas. Entre los tres juntamos 603 cupones y los canjeamos por unos lápices de colores, un anillo y unas cartas de Dragon Ball Z.
Volvimos al hotel a bañarnos y a descansar un poco. A la hora de la cena, fuimos a un restaurante que en un cartel anunciaba que iba a haber un show de música a las 21:30. Cuando nos sentamos, el cantante ya había empezado, hizo un compilado de canciones latinas y después una tanda de imitaciones que dejaban bastante que desear. La entrega de la comida tuvo una demora importante, y al salir, Agustín se quejó de lo sucedido diciendo que de cena show no tenía nada ese lugar, porque cuando terminó el cantante, aún no habíamos cenado y que encima nos habíamos llenado con el pan con manteca que nos dieron cuando nos sentamos. Paseamos un poco más, buscamos algún bar donde podía estar la gente joven, pero no encontramos nada. El destino final fue un pool que estaba en un primer piso. Cuando entramos, nos encontramos con cuatro personas, más el que atendía la barra y rock nacional a todo volumen. Compramos fernet, unas fichas y jugamos tres vueltas. Mauro, el más chico, tuvo la suerte de su lado y fue el ganador. Un par de tragos más y a dormir, menos Agustín, que volvió al bar, porque no tenía sueño.
A la mañana nos levantamos Mauro y yo. El comedor tenía unos ventanales que daban al mar y, si bien estaba nublado, la vista era hermosa. El desayuno era continental, por lo que había para todos los gustos: medialunas, fiambres, frutas, yogur, café, jugo, tostadas, mermeladas. Nadie se quedó con hambre. A media mañana nos dividimos: mis hermanos se fueron a pasear, y yo fui a la playa a disfrutar del aire libre y a leer un poco. Es tan diferente la costa en esa época del año. Nos reencontramos para el almuerzo; esta vez elegimos un bodegón por el que habíamos pasado varias veces y nunca había lugar, pero al mediodía tuvimos éxito y compartimos una parrillada con papas fritas. Sin dudas, fue el mejor lugar al que fuimos a comer: la comida estaba riquísima y llegó a tiempo, y el mozo era de esos que trabajan con dedicación y amabilidad, era uno de esos que tienen una memoria de elefante, como se suele decir y que no necesitan un papelito para anotar los pedidos. Para las 17:30 del domingo, ya habíamos salido del hotel con las mochilas en las espaldas y ya habíamos llegado a la terminal. El horario de partida era a las 17:50, pero como el micro estaba con demora, tuvimos que esperar un rato, entre puchos y celular; entre jugar con un perro y charlar.


Llegamos a casa un poco antes de la medianoche. Cansados, con hambre, con sueño, pero contentos, al menos yo, porque a pesar de que la excusa del viaje era un poco triste, terminó siendo una experiencia positiva y reconfortante junto con mis hermanos.


Septiembre/octubre 2016



martes, marzo 14, 2017

Subiste y solo brilla tu luz...


TE EXTRAÑO TANTO, NAHU.

domingo, marzo 05, 2017

Este fue el balance del 2016...


Pensar que el 2016 estuvo lleno de sorpresas... Conocí a Sueño de Pescado y a toda su gente y a todo su público... y generé tantas nuevas amistades y apostaba a un año nuevo mucho mejor, con más de todo eso que había vivido, y no puedo creer todavía que el 2017 empezó con la pérdida de uno de ellos... No puedo más con tanta tristeza.

jueves, febrero 23, 2017

RESPETO.

Justo ahora me vengo a enterar que hay un reglamento para procesar, superar, sanar, blah blah blah, un dolor. Parece que algunas personas lo tienen y se saben cada ítem del libro y se encargan de hacerlo saber. Parece que un dolor se tiene que vivir según esas reglas escritas ¿por ellos? Porque en mis casi 29 años jamás había visto o escuchado algo como eso. Ahora  resulta que uno no puede vivir un dolor como puede, como le sale, porque cuando duele y duele profundo, uno no está pensando en la lógica, simplemente se deja llevar por lo que surge a medida que pasan los días. Digo, ¿quiénes son para juzgar esas formas? Si uno ya bastante tiene con su dolor. Si uno vive su dolor sin joder a nadie, ¿por qué estas personas no dejan vivir en paz al otro?  ¿Tan insignificantes son sus vidas que no les queda otra que vivir pendientes de las del resto? ¿Tanto les cuesta mirarse al espejo y ver sus acciones antes de hablar de más? ¿Es una cuestión de madurez?
En mi caso, no pido que se me entienda, no pido que todos comprendan mi manera de vivir el dolor. Yo sé que no todos somos iguales y que de afuera se ve diferente. En mi caso, solo pido respeto. Pido que el que quiera estar y acompañarme, esté. Y el que no, que no haga ni diga nada. El que no, que tenga cuidado con lo que dice, porque las palabras vuelan con el viento y pueden herir. El que no, que tenga en consideración la situación y se quede callado, que viva su momento o su vida como quiera sin joder al otro.
Yo no digo ni hago nada. Yo estoy viviendo como puedo la parte que me toca. Yo me apoyo en la gente que me quiere y está. Yo busco ayuda externa también, porque a veces se nos va todo de las manos. Yo intento hacer algo por mí, porque si no me encargo yo de mi vida, no se va a encargar nadie. Y mientras tenga un grado de lucidez, voy a intentar salir de esta.
Así que, por favor, vivan y dejen vivir.


Respeten.

miércoles, febrero 22, 2017

Carta para vos.

16 de febrero de 2017

Nahu:

¿Con cuánta oscuridad interior te acostumbraste a vivir? ¿Cuánto te costó ocultarla para brindar siempre luz? ¿Desde cuándo esa pelea constante con los fantasmas que habitaban en vos? ¿Cuántas noches gritando en voz alta para ganarles? ¿Cuántas noches rascándote con la intención de sacártelos de la piel? ¿Te invadían aun cuando querías dormir? ¿Atormentaban tus sueños? ¿Cuánta agua te hacía falta para limpiar todo eso? ¿No alcanzaba el agua que también gritabas? ¿Esos “AH” con voz fuerte y ronca querían decir: “déjenme en paz”? ¿Cómo hiciste siempre para regalar tanto brillo? ¿Cuánto tiempo intentaste ignorar esa mierda que se apoderaba cada vez más rápido de tu vida? ¿Con cuántos “vos” luchabas día a día para que no te terminaran de arrebatar todo lo que en realidad eras? ¿Eran muchos “vos” o eran entes oscuros que te declararon una guerra (in)terminable? ¿A quién le hablabas cuando dormías? ¿Cuánto de lo que decías todo el tiempo era para tapar lo que no te animabas a decir? ¿Por qué te costaba tanto contar lo que te pasaba? ¿Era vergüenza? ¿Era miedo? ¿Qué te asustaba? ¿Cómo hacías para contagiar tantas risas si una pena inconsolable se adueñaba de vos? ¿Por qué no sacaste de adentro tuyo todo el dolor que tenías? ¿Cuántas lágrimas a escondidas? ¿Cuánta angustia reprimida? ¿En la música encontrabas paz? ¿Hacer sentir bien a todos te confortaba? ¿Levantarle la autoestima a tu gente te llenaba? ¿Que todos estuviéramos atentos a tus historias te hacía sentir bien? ¿Cómo pudiste siempre dar todo y no pudiste recibir todo lo que te dábamos? ¿Te resultaba increíble tanta demostración de cariño? ¿Creías que no te merecías tanto amor y admiración? ¿Nunca te diste cuenta lo que generabas en todos lo que te rodeábamos? ¿Sabías que eras como una fichita clave que unía todo? ¿No viste que vos aparecías y aparecíamos todos? ¿Alguna vez llegaste a comprender que los que te queríamos, te queríamos bien? ¿Entendías que las palabras y los consejos que te dábamos eran para cuidarte y verte siempre sonriente?
Yo creo que sí, yo creo que sabías que te adorábamos, que queríamos tu bien. Yo creo que quisiste pelear, yo creo que tenías ganas. No lo creo, estoy segura… Me lo dijiste.
Yo creo que los fantasmas te sobrepasaron, le ganaron a ese corazón gigante que tenías. Yo creo que no podías más, pero también creo que no fuiste vos el que abandonó. Yo creo que la decisión la tomó uno de esos espectros que rondaban adentro tuyo y con los que quizá ya no tenías ganas de pelear.
Algunos pensarán algo así como “¿qué se piensa esta chica para decir todo esto?”, otros dirán —como ya dijeron— que hago circo, otros coincidirán en algunas de las cosas que dije… No sé. No me importa. No tengo la verdad asegurada, todo lo que dije no es la última palabra y no pretendo que lo sea. Son solo preguntas o pensamientos que surgieron en mi cabeza.
Esto no es una competencia. No es jugar a quién te conocía más. Acá no importa si compartimos con vos toda una vida, o diez años, o tres o menos de uno. Siempre consideré que las relaciones no se basan en la cantidad de tiempo que duran (o duraron), sino en la calidad de cada encuentro, de cada palabra, de cada abrazo. A veces nos cruzamos con personas tan especiales, que hacen que eso que se genera se viva con una intensidad inmanejable e inmejorable.
Hace unos días una amiga que vino a verme porque estaba sola y con crisis de llanto, me dijo que volviera a escribir, que eso siempre me ayudó, que en la tristeza uno se inspira, y le hice caso y probé y las palabras salieron, las dejé fluir. Esta misma amiga me dijo que esto que pasó generaba cierta mística, como que alrededor tuyo se estaba originando como una leyenda. La realidad es que hay gente que no te conoció en persona, pero escuchó hablar de vos y sintió el dolor y la pérdida. Hay gente que aparece contando que alguna vez te conoció, que los ayudaste, que no los dejaste tirados. Yo no sé si te vas a transformar en eso que me dijo ella, pero sí sé que todos los que te conocimos te vamos a recordar todos los días, te vamos a reír y te vamos a llorar… Vamos a traer tus carcajadas siempre, como escuché que dijo un amigo tuyo… Vamos a traer tus historias y las historias que compartiste con cada uno. Vamos a pensarte agitando, cantando. Vamos a soñarte. Vamos a decir: “si estuviera acá, diría tal cosa”. Cada uno de nosotros va a guardarse todo lo lindo que siempre diste y cada vez que podamos, vamos a contarles a otras personas quién fuiste, les vamos a decir que eras corazón y pura esencia.
Yo sé que me quedó un montón por compartir con vos, que todavía nos quedaba mucho por conocernos, que los dos teníamos para aprender del otro tantas cosas, nos quedaron los viajes que veníamos organizando, nos quedó todo lo que me habías propuesto, todo lo que querías conmigo, pero también sé que viví mucho a tu lado en muy poco tiempo… Y me guardo eso, me guardo lo que vieron todos y lo que vi yo. Me queda cada palabra dicha, cada silencio. Me quedan todos los abrazos, todas las risas. Me quedan las flores que me tirabas, tus retos. Me quedan tus consejos, tus chistes. Me queda tu dulzura, tus “te quiero” de todos los días… y me quedan algunas cositas más que me las guardo para mí… ¡Qué bueno que existía la confianza para decirnos todo! Quedaron algunas cosas sin decir, pero qué suerte que pude decirte siempre, entre otras cosas, cuánto te quería y lo especial que eras para mí.
Todo, absolutamente todo, quedará para siempre en mi corazón.


Te quiero para toda la vida.



Queda una marca en la piel, un amor...