¿Qué fue de ese poema que no pude atrapar, el que pasó rengueando frente a mí con las alitas rotas?

miércoles, septiembre 15, 2010

Ay Cielito, Cielito!

"Erotomanía: la sufro. Soy conciente de eso, pero solamente cuando me aíslo, me alejo y me desdoblo. Sólo así puedo entender que quizá no es tan importante, no es trágico o que tal cuestión no merece mi muerte. Sólo cuando me veo desde afuera, y en general cuando logro un desdoblamiento, ya es demasiado tarde para tomar decisiones. Con seguridad ya las tomé y sin duda erróneamente. Cuando no soy conciente de mi condición, el mundo se deshace por un llamado que no llegó o proque se canceló una ida al cine.
Los cambios de planes no son aceptables en mi vida. Si vamos a hacer tal cosa, la hacemos. No hay por qué arrepentirse. De allí que cada vez que Alejo me deja plantada, mi mente trabaja hasta encontrar respuestas que me hagan infeliz. Casi todas ellas una mujer, una nueva amante, pocas ganas de verme o la decisión definitiva de dejar de quererme. Todas ellas me alarman y siento un dolor tan hondo, tan profundo como una lanza surcada en el estómago. Y me invade una desesperanza que más parece una descarga eléctrica poderosísima que me deja nublada, ciega, somnolienta, imbécil, destartalada. Sin poder de decisión, inactiva e imperante: necesito dormir, morirme o que me maten. Y si no, sufro otra descarga eléctrica y me quedo dormida al poco tiempo.
Así funciono, por peor que suene. ¿Cómo puedo amar y odiar a una misma persona? Fácil: Alejo me da lo que quiero o me autoconvenzo de estar satisfecha con lo que me da o le mendigo y acepta entregar a modo de limosna. Y por otro lado (me considero un vivíparo pensante) a veces, pocas veces, tomo conciencia de la irracionalidad de lo que hago, de la impotencia que encarno, de lo patético de mis actitudes, y comienzo a pensar y eso me hace odiarlo.
La electricidad me hace odiarlo y me hace dormir. Generalmente cuando me despierto, no recuerdo por qué lloré tanto y cuando logro saber por qué, aún no lo entiendo. No puedo ponerme en mis propios zapatos. Como si esa noche de sueños rotos me hubiera borrado todo registro de empatía conmigo misma. Al despertar, la pena aparece reducida y hasta minimizada. Nada más que eso. Alejo no asume culpas, no le inculpo nada, yo vuelvo a ser el feliz arlequín que alegra la vida de los otros y comienza una vez más todo cuando me doy cuenta de que no es suficiente para mí, que necesito más, que no estoy bien. Así es como se ama y se odia a alguien hasta límites insospechados.
Tiempo después mi analista me obligó a no desentenderme de mi pena: "Y vas a venir, aunque supongas que es algo resuelto. Con vos es siempre lo mismo. En un momento estás muriendo y al día siguiente, como lograste taparlo (ahogarlo, al sentimiento de muerte súbita), hacés como si nada hubiera ocurrido, olvidando el asunto por completo." Néstor, tenes razón. Siempre ahogo mis sensaciones, mis deseos, mis sentimientos, mis miserias y alegrías. Lo suprimo todo, eternamente, porque es menos doloroso dejar de sentir."




Fragmentito de "Abzurdah" de Cielo Latini.

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