Entraron al local de comidas, como cualquier otra persona, pero ellas no eran cualquiera. Sus peinados, sus vestidos, los tacos aguja y ese maquillaje delicado, pero llamativo, hacían que todos girasen al verlas entrar. Las miradas transformaban el simple caminar de sus pies, en algo muy parecido a un desfile de alta costura.
Una vez dentro del salón de fumadores, decidieron sentarse en una mesita no muy alejada de todos, pero sí, pegada a la ventana, a las dos les gustaba ver los autos andar y las luces que la avenida brindaba a esas horas de la noche.
Una vez dentro del salón de fumadores, decidieron sentarse en una mesita no muy alejada de todos, pero sí, pegada a la ventana, a las dos les gustaba ver los autos andar y las luces que la avenida brindaba a esas horas de la noche.
Se acercó el mozo y les ofreció el menú, recomendándoles la especialidad del día. Ambas asintieron sin prestarle mucha atención y le pidieron el vino de la casa, para dar comienzo a aquella velada.
Llegaron los platos y ambas cerraron los ojos disfrutando el aroma de aquella comida. El tiempo pasaba, la botella bajaba rápidamente, ruidos de cubiertos, risas de mesas vecinas, una musiquita funcional de fondo, y las miradas de ellas cruzándose con cierta complicidad y alguna que otra caricia escondida por debajo de la mesa.
De postre eligieron la copa helada para dos. Saboreaban cada bocado, de vez en cuando, jugaban a darse de comer, de vez en cuando la gente las miraba y quizás ya no con los mismos ojos que al principio.
Al pagar la cuenta, el mozo las invitó a pasar al sector de tragos. Aceptaron sonrientes, la noche recién comenzaba. Ya en la barra, pidieron tragos diferentes para compartir. Los hombres se acercaban, entablaban conversaciones, que terminaban cuando el aburrimiento les llegaba a ellas y decidían cambiar de lugar. Aquellos estaban intrigados por esas dos mujeres, tan interesantes, tan atractivas, tan solas. ¿Solas? No.
Se acomodaron en un gran sillón, de color azul, había una pequeña mesa de vidrio, con velas del mismo color, donde apoyaron sus copas. Se miraron, sonrieron, intercambiaron algunas palabras, se tomaron de la cara y un beso suave unió sus bocas. El movimiento de sus labios era cada vez más intenso. De a poco los murmullos empezaron a aumentar y todos los ojos se posaron en estas dos amantes.
A los empleados del lugar, la situación los incomodó y se vieron obligados a pedirles a las señoritas que terminaran el “show” o se retiraran del lugar. Tal vez por el buen humor que invadía aquella noche, quizás por la ayuda del alcohol, aceptaron gustosas, tomaron su cartera y se fueron del lugar de la mano, no sin antes frenarse en la entrada y besarse apasionadamente para dar fin al espectáculo que los empleados creían ver.
Pocos minutos después una puerta se abría, pocos minutos después un bretel y otro bretel caía por los hombros, pocos minutos después los dedos recorrían los contornos de los cuerpos, pocos minutos después un beso y otro beso...
Pocos segundos después… el éxtasis eterno de dos mujeres amándose.
2 comentarios:
Bien, buena historia !!!
Muy bueno... m gusto la forma q tomo la narracion.. =)
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