Tocamos la noche con las manos escurriéndonos la oscuridad entre los dedos, sobándola como la piel de una oveja negra.
Nos hemos abandonado al desamor, al desgano de vivir colectando horas en el vacío, en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir, intrascendentes, sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.
Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad, sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas, el hueco de un sacabocados en el pecho, el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.
¿Cómo volver a recapturar el tiempo? ¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia, hacerlo retroceder acobardado por nuestra inquebrantable decisión? Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento que perdimos.
Nadie puede predecir el pasado cuando ya quizás no somos los mismos, cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle donde alguna vez pudimos encontrarnos.
Nos hemos abandonado al desamor, al desgano de vivir colectando horas en el vacío, en los días que se dejan pasar y se vuelven a repetir, intrascendentes, sin huellas, ni sol, ni explosiones radiantes de claridad.
Nos hemos abandonado dolorosamente a la soledad, sintiendo la necesidad del amor por debajo de las uñas, el hueco de un sacabocados en el pecho, el recuerdo y el ruido como dentro de un caracol que ha vivido ya demasiado en una pecera de ciudad y apenas si lleva el eco del mar en su laberinto de concha.
¿Cómo volver a recapturar el tiempo? ¿Interponerle el cuerpo fuerte del deseo y la angustia, hacerlo retroceder acobardado por nuestra inquebrantable decisión? Pero... quién sabe si podremos recapturar el momento que perdimos.
Nadie puede predecir el pasado cuando ya quizás no somos los mismos, cuando ya quizás hemos olvidado
el nombre de la calle donde alguna vez pudimos encontrarnos.
Gioconda Belli
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