A continuación dejo una reflexión que me prestó un amigo...
Me llegó bastante, y me gustó saber que hay otros soñadores como yo... Espero que puedan tomarse su tiempo para leerlo, aunque les parezca muy largo...
Qué bueno que cada tanto alguien te recuerde que no hay que bajar los brazos! :)
Por qué será que renunciamos a lo que realmente amamos y sentimos propio desde un principio, si siempre supimos que era nuestro destino, futuro, la felicidad de la vida y sus complementos encarnada en una misma persona que los cursis llaman "la media naranja".
¿Será miedo? ¿El hombre teme a lo perfecto, a eso que salía directamente de sus sueños cuando de niño en esas noches frías de invierno anhelaba en silencio? Aquellas personas, animales, según el escritor, que compartían su vida felizmente y costeaban los obstáculos inesquivables del camino. Cada tropezón era fortaleza... Fortaleza y convencimiento, que eran pruebas de fuego para probar el amor verdadero, y ellos de frente en alto los sobrepasaban hasta formar esa familia de "cuentos" que los acompañaría hasta su yacimiento junto a los queridos, e indefectiblemente el que quedaba vivo de los dos, al poquitísimo tiempo moría de tristeza, desolación, desazón. Se les marchitaba el alma, no querían un segundo más en ésta vida sin SU amor.
Creo que a eso le tememos, a tener una vida de cuentos. No se cree en el amor perfecto, es cierto, no existe ni en los cuentos. Pero sí existe el amor inmejorable, y el que todos hemos tenido alguna vez, ese, que la mayoría hemos desaprovechado.
Tenemos terror a vivir lo soñado, en lugar de sentirnos privilegiados. ¿Acaso nunca se estremecieron cuando despiertan por la mañana y se encuentran en la misma situación en la que estaban esa noche en sus sueños?
¡Qué desagradecidos somos!
Millones de chicos huérfanos duermen en la calle en todo el mundo, y me encantaría extraer cada uno de sus sueños para entenderlos y hacerlos realidad. Quizás sueñen con un hogar, una familia, o tal vez, un enorme patio para su "perrito", fiel amigo inseparable, para muchos de ellos su única muralla contra éste mundo aturdido y desorientado donde la gente "se baja", abandona sus sueños, como quien bien podría abandonar un colectivo que ha tomado erróneamente.
Esta es mi realidad, yo me bajé, salté de mi colectivo y espero... realmente no sé qué espero.
Sería muy cómodo quedarse en "la garita" deseando su regreso, cómodo y mediocre, y devastador para el alma... Salí corriendo, lo tengo a tiro, pero... ¿Si no frena? ¿Si ningún semáforo hace la seña de luces que espero ya hace unas cuadras? Lo perderé, esta vez, para siempre. Y allí quedaré, como un cobarde en mitad de la calle, abrumado, con tan sólo el manto de la luna que me cobija las espaldas, generosa ella por cierto, me cobijará esa noche, pero no sé por cuánto lo hará. Lo triste, las estrellas serán testigo de mis explicaciones para con mi alma, no existirán excusas esa noche, el miedo no es una de ellas, seré un cobarde, sólo eso.
Pero hoy sigo corriendo, tengo buen pulso, y el aire todavía me acompaña. No quiero ser un cobarde, ya lo entendí, no quiero serlo. Perseguiré mi sueño hasta alcanzarlo.
Ahora que pienso, yo no me bajé nunca de ese colectivo, me he caído. Alguna vez sentí que me bajé, y hasta tenía las "excusas" del por qué, hoy son sólo idioteces. No existen los motivos por los cuales uno decide abandonar sus sueños, al menos no deberían existir.
Si tan sólo pensáramos en ellos siquiera un minuto, sí, en ellos, en los niños tirados en la calle, desarraigados de todo cariño o afecto humano, si hasta nos molesta su sola presencia vagabunda, falta de lenguaje. Pero son humanos, y tan sólo por eso también sueñan, y sus sueños son más sencillos que los nuestros, siendo que nosotros somos príncipes a su par. Sus sueños están cargados de felicidad, pero no tienen las herramientas para llevarlos a cabo, nosotros se las negamos, el mundo se las oculta ofreciéndoles una canasta de alimentos no perecederos, igual que sus sueños, o lo que es peor, les facilita una suma de dinero que no les sirve para progresar en la vida, como el caso de tener una vivienda digna y propia, pero ese dinero es justamente todo lo que necesitan para arruinarse la vida.
Entonces, cuál es nuestro sentido de los sueños? Soñar es gratis, gratificante, no hay medidas ni leyes hasta ahora, que digan cómo o qué soñar, y las herramientas las tenemos.
Peleemos, luchemos hasta el cansancio, los sueños son lo único que tenemos bien nuestro, y nadie puede ultrajarlos o corromperlos. Y cuando los tenemos a mano, o mejor aún, los estamos viviendo, no renunciemos, sintámonos dichosos de ellos. Sino, van a terminar como yo, corriendo tras ellos.