"¿Por qué estamos todos hechos miérda? Se sospecha que si hubiera un lockout en todas las farmacias de Buenos Aires habría choques masivos y escenas de pugilato en las calles y en los negocios, y que muchas cosas dejarían de funcionar, principalmente los diarios, las radios, y la televisión en vivo. Es que la revolución química nos ha empastillado de un modo inédito, y esa práctica resulta directamente proporcional al miedo y a la desdicha. Son contadas las personas con las que me encuentro e intimo que no muestren rápidamente su temor o decepción. Los sufrientes quintuplican a los gozantes y tienen incluso mayor prestigio: ¿Cómo ser feliz en un mundo horrible, cómo ser dichoso cuando los niños mueren de hambre, cómo vivir tranquilo si sabemos que nos pueden arrasar miles de desgracias? Como decía el caníbal, el precio de la imaginación es el miedo. Quien carece de imaginación no vislumbra todo el tiempo lo que puede sucederle, el yunque que puede caerle del cielo, el monstruo que sobrevuela con alas negras su pequeña suerte. La radio, la tele e Internet nos tienen sobreinformados de los horrores y de las posibles miserias y trampas que nos esperan. En la Edad Media, esa información no existía, y claro, teníamos a los dioses. Ellos nos premiarían en el más allá, y en el más acá regirían nuestro destino. Hoy que Dios ha muerto, la ilación se ha roto, las perlas del destino se han desparramado por el piso y el caos del universo nos gobierna. Nacimos del caos y del Big Bang, y vamos hacia el caos y hacia el fin de fines: después de la muerte no hay nada, y tenemos que vivir el paraíso en los pocos años que nos quedan. Aquel dios, al menos, nos exigía apenas diez mandamientos. Ahora la sociedad nos exige cien: hay que estar delgado, no fumar, fornicar mucho y bien, ser exitoso, formarse permanentamente, cuidarse del colesterol, hacer gimnasia y ser siempre joven y vital, estar informado, leer muchos libros, ver las películas clásicas, y todavía te tiene que alcanzar el tiempo para otras setenta y siete leyes indiscutibles. Es así como corremos todo el día tratando de cumplir, como siempre estamos en falta y como se nos va la vida. Y es así que al llegar la noche tomamos una pastilla para dormir, y otra para la presión, y un complejo vitamínico y un antidepresivo para que la vida nos perdone y siga siendo tan, pero tan, pero tan maravillosa."
Fragmento de "La segunda vida de las flores"
de Jorge Fernández Díaz.