16 de febrero de 2017
Nahu:
¿Con cuánta
oscuridad interior te acostumbraste a vivir? ¿Cuánto te costó ocultarla para
brindar siempre luz? ¿Desde cuándo esa pelea constante con los fantasmas que
habitaban en vos? ¿Cuántas noches gritando en voz alta para ganarles? ¿Cuántas
noches rascándote con la intención de sacártelos de la piel? ¿Te invadían aun
cuando querías dormir? ¿Atormentaban tus sueños? ¿Cuánta agua te hacía falta
para limpiar todo eso? ¿No alcanzaba el agua que también gritabas? ¿Esos “AH”
con voz fuerte y ronca querían decir: “déjenme en paz”? ¿Cómo hiciste siempre
para regalar tanto brillo? ¿Cuánto tiempo intentaste ignorar esa mierda que se
apoderaba cada vez más rápido de tu vida? ¿Con cuántos “vos” luchabas día a día
para que no te terminaran de arrebatar todo lo que en realidad eras? ¿Eran
muchos “vos” o eran entes oscuros que te declararon una guerra (in)terminable?
¿A quién le hablabas cuando dormías? ¿Cuánto de lo que decías todo el tiempo
era para tapar lo que no te animabas a decir? ¿Por qué te costaba tanto contar
lo que te pasaba? ¿Era vergüenza? ¿Era miedo? ¿Qué te asustaba? ¿Cómo hacías para
contagiar tantas risas si una pena inconsolable se adueñaba de vos? ¿Por qué no
sacaste de adentro tuyo todo el dolor que tenías? ¿Cuántas lágrimas a
escondidas? ¿Cuánta angustia reprimida? ¿En la música encontrabas paz? ¿Hacer
sentir bien a todos te confortaba? ¿Levantarle la autoestima a tu gente te
llenaba? ¿Que todos estuviéramos atentos a tus historias te hacía sentir bien? ¿Cómo
pudiste siempre dar todo y no pudiste recibir todo lo que te dábamos? ¿Te
resultaba increíble tanta demostración de cariño? ¿Creías que no te merecías
tanto amor y admiración? ¿Nunca te diste cuenta lo que generabas en todos lo
que te rodeábamos? ¿Sabías que eras como una fichita clave que unía todo? ¿No
viste que vos aparecías y aparecíamos todos? ¿Alguna vez llegaste a comprender
que los que te queríamos, te queríamos bien? ¿Entendías que las palabras y los
consejos que te dábamos eran para cuidarte y verte siempre sonriente?
Yo creo que
sí, yo creo que sabías que te adorábamos, que queríamos tu bien. Yo creo que
quisiste pelear, yo creo que tenías ganas. No lo creo, estoy segura… Me lo
dijiste.
Yo creo que
los fantasmas te sobrepasaron, le ganaron a ese corazón gigante que tenías. Yo
creo que no podías más, pero también creo que no fuiste vos el que abandonó. Yo
creo que la decisión la tomó uno de esos espectros que rondaban adentro tuyo y
con los que quizá ya no tenías ganas de pelear.
Algunos
pensarán algo así como “¿qué se piensa esta chica para decir todo esto?”, otros
dirán —como ya dijeron— que hago circo, otros coincidirán en algunas de las
cosas que dije… No sé. No me importa. No tengo la verdad asegurada, todo lo que
dije no es la última palabra y no pretendo que lo sea. Son solo preguntas o
pensamientos que surgieron en mi cabeza.
Esto no es
una competencia. No es jugar a quién te conocía más. Acá no importa si
compartimos con vos toda una vida, o diez años, o tres o menos de uno. Siempre
consideré que las relaciones no se basan en la cantidad de tiempo que duran (o
duraron), sino en la calidad de cada encuentro, de cada palabra, de cada
abrazo. A veces nos cruzamos con personas tan especiales, que hacen que eso que
se genera se viva con una intensidad inmanejable e inmejorable.
Hace unos
días una amiga que vino a verme porque estaba sola y con crisis de llanto, me
dijo que volviera a escribir, que eso siempre me ayudó, que en la tristeza uno
se inspira, y le hice caso y probé y las palabras salieron, las dejé fluir.
Esta misma amiga me dijo que esto que pasó generaba cierta mística, como que
alrededor tuyo se estaba originando como una leyenda. La realidad es que hay
gente que no te conoció en persona, pero escuchó hablar de vos y sintió el
dolor y la pérdida. Hay gente que aparece contando que alguna vez te conoció,
que los ayudaste, que no los dejaste tirados. Yo no sé si te vas a transformar
en eso que me dijo ella, pero sí sé que todos los que te conocimos te vamos a
recordar todos los días, te vamos a reír y te vamos a llorar… Vamos a traer tus
carcajadas siempre, como escuché que dijo un amigo tuyo… Vamos a traer tus
historias y las historias que compartiste con cada uno. Vamos a pensarte
agitando, cantando. Vamos a soñarte. Vamos a decir: “si estuviera acá, diría
tal cosa”. Cada uno de nosotros va a guardarse todo lo lindo que siempre diste
y cada vez que podamos, vamos a contarles a otras personas quién fuiste, les
vamos a decir que eras corazón y pura esencia.
Yo sé que me
quedó un montón por compartir con vos, que todavía nos quedaba mucho por
conocernos, que los dos teníamos para aprender del otro tantas cosas, nos
quedaron los viajes que veníamos organizando, nos quedó todo lo que me habías
propuesto, todo lo que querías conmigo, pero también sé que viví mucho a tu
lado en muy poco tiempo… Y me guardo eso, me guardo lo que vieron todos y lo
que vi yo. Me queda cada palabra dicha, cada silencio. Me quedan todos los abrazos,
todas las risas. Me quedan las flores que me tirabas, tus retos. Me quedan tus
consejos, tus chistes. Me queda tu dulzura, tus “te quiero” de todos los días…
y me quedan algunas cositas más que me las guardo para mí… ¡Qué bueno que
existía la confianza para decirnos todo! Quedaron algunas cosas sin decir, pero
qué suerte que pude decirte siempre, entre otras cosas, cuánto te quería y lo
especial que eras para mí.
Todo, absolutamente
todo, quedará para siempre en mi corazón.
Te quiero
para toda la vida.
Queda una marca en la piel, un amor...